Preocupaciones sociales sobre la Infancia y Adolescencia
La población infantil y adolescente granadina goza de unos privilegios impensables hace tan sólo tres décadas, pero el exceso de caprichos materiales no los hace más dichosos. El 46% de los adultos andaluces manifiesta que los niños de hoy en día son menos felices de lo que eran ellos en su infancia. Sólo un 37% de la población piensa lo contrario. Así se pone de manifiesto en el último estudio elaborado por el Centro de Estudios Andaluces sobre «Preocupaciones sociales sobre la Infancia y Adolescencia» y presentado ayer por su coautor Eduardo Bericat, el director del centro, Alfonso Yerga, y el presidente de CajaGranada, Antonio María Claret, entidad patrocinadora del estudio.
Las principales preocupaciones sociales sobre la infancia son dos: el exceso de materialismo con el que crecen los niños y la falta de cariño o afectividad que reciben. Sin embargo, respecto a los adolescentes, el consumo de drogas, alcohol y la falta de expectativas laborales emergen como los problemas de más peso en esa etapa de la vida. Son las preocupaciones de una sociedad instalada en el estado de bienestar donde las necesidades básicas están cubiertas, pero aparecen otras distintas «no por ello menos importantes», según dijo ayer, Eduardo Bericat.
En una escala piramidal, los adultos encuestados colocan en la base cuatro preocupaciones: la falta de cariño, el exceso de libertad, el déficit de referentes o valores y la falta de expectativas de estos menores. En el siguiente escalón, la falta de civismo y los riesgos a los que está expuesta esta población; y en la cima de la pirámide aparece la droga. Lo manifestado por el millar de participantes en este estudio forma parte de un único discurso que une la infancia con la adolescencia y finalmente con la madurez. «Es obvio que la probabilidad de que un niño se drogue es mucho menor que la de un adolescente, pero también resulta obvio que la falta de cariño, así como la satisfacción inmediata de sus deseos, aumenta las probabilidades de que en el futuro consuma drogas».
El apartado referido al exceso de libertad de estos menores se traduce como una actitud general de rechazo de la población hacia el alto grado de consumismo que disfrutan los niños y el escaso control disciplinario al que están sometidos. El deseo, más allá de la necesidad, se configura como mero capricho. «Al niño se le está educando como a un consumidor soberano y como a un rey caprichoso que rehuye todo tipo de control y disciplina», según dicen los entrevistados.
La responsabilidad ante el rendimiento escolar se reparte de forma equitativa entre los padres y los profesores, según manifiesta el 59% de los encuestados, mientras que el fracaso escolar es achacable en primer lugar a la falta de motivación del alumno, a las pocas horas dedicadas al estudio, a la falta de implicación de los padres, y en las dos últimas posiciones aparece los programas escolares inadecuados, así com o la falta de implicación del profesorado.
En el ámbito de la escuela, el 56% de las familias manifestaron su desconfianza en los centros escolares para resolver conflictos de acoso y violencia. «Hay un doble discurso crítico. El que afecta a la transmisión y adquisición de conocimientos, que fracasa en cuanto aparece el fracaso escolar y después el que afecta a la función de apoyo al desarrollo de las personas, función que apenas es tenida en cuenta a la hora de organizar la educación».
En cuanto a los aspectos sociales de las respuestas, las mujeres han manifestado más preocupación por los aspectos más afectivos, mientras que los varones por los de disciplina y orden. En el ámbito de las ideologías, las personas de izquierdas se preocupan más por la falta de expectativas en los niños, mientras que los de derechas centran esa preocupación en los adolescentes.
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